domingo, 25 de noviembre de 2012

Recopilación reto fanfic, cat. (BL) todo público.

Participante: Genesis Kirkland
Genero: Romántico/ suspenso / drama....
Protagonistas: Sebastian y Ciel / ó / Will x Grell
Situación especial: en el despacho de Ciel....


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TOUR
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Era un día bastante soleado en Inglaterra, algo que solo pasa cada cierto tiempo y del cual muchas personas, locales y turistas, solían disfrutar; y este es el motivo por el cual aquella agencia turística había llegado a su mejor día del verano con millones y millones de pedidos para todos lados de aquel antiguo, bohemio y hermoso país.

Precisamente en uno de esos tours se encontraba un odioso pelirojo, escandaloso y algo amanerado, observando entusiasmo la hermosa mansión victoriana que estaba ante sus ojos siendo bañada por la luz del sol.

— ¡oh dios, Es hermosa! ¿No crees Willy? — exclamó emocionado mientras se colgaba del brazo de su pareja

—Lo que tú digas—contestó el de cabellos castaños acomodándose los lentes en gesto indiferente

—Vamos Willy, no seas así de frío—hizo un berrinche esbozando un puchero

—Eras TÚ el que quería venir, YO no, así que deja de llamarme “Willy” de una vez por todas y camina— le reprendió dando alcance al grupo

Por su parte, Grell hizo otro puchero de disgusto y observó la hermosa fachada antes de seguir a su novio notando unas sombras en la ventana. Se restregó los ojos y al volver a ver hacia allá ya no había nada

—que raro, yo juré que…— pero fue interrumpido por un fuerte grito

— ¡Grell, ven en este preciso instante! — bramó una voz irritada

Sin decir palabra el de ojos verdes aceleró el paso logrando alcanzar al más alto antes de colgársele de nuevo del brazo sin ser rechazado.

Así siguieron su recorrido, Grell emocionándose por cualquier estupidez y William contando los segundos para largarse, aunque, muy en el fondo, le encantaba ver aquel brillo en las esmeraldas del otro chico.
Al terminar con la primera planta pasaron rápidamente a la segunda.

—bien, detrás de esta puerta está el famoso despacho del Conde Phantomhive—anunció la guía señalando la susodicha y continuando a través del pasillo

Esto hizo enojar un poco al de cabellos largos que se quedó de pie frente a esta refunfuñando. Él había esperado todo este tiempo a entrar en aquella precisa habitación después de haber oído que se encontraba embrujada y que aparecía el fantasma del Conde justo a esa hora en ese lugar, y claro, aquello parecía cada vez más cierto y emocionante debido a las sombras en la ventana que vio hace rato, porque estaba seguro de que eso fue real ¡tenia que ser real!

Con cuidado abrió la elegante puerta y se asomo para después terminar de entrar mientras admiraba aquel cuarto espacioso y bien cuidado ¡ni siquiera parece que fuera de finales del siglo XVII! Miró cada detalle en ella quedando enamorado pero la desilusión no tardó en llegar al ver el reloj y comprobar que no había nada allí más que los objetos decorativos. Suspiró y se dio la vuelta para irse cuando siente un frío repentino

— ¿Te vas tan pronto? — preguntó una voz de niño, aristocrático pero niño al fin y al cabo, que le hizo girarse de nuevo para encontrarse con un pequeño de trece años con un elegante traje verde sentado en la enorme silla del escritorio—pensé que te quedarías a jugar—continuó el pequeño mientras sonreía mas no recibió respuesta

El cuerpo de Grell se paralizó mientras un escalofrío recorrió su columna vertebral

— ¿qué pasa? ¿Estás asustado? —ensanchó su sonrisa

Al más alto le hubiera encantado decir que no pero su cuerpo lo temblaba y sabía que si hablaba su voz lo traicionaría aun más que su propio rostro.

El espectro se levantó y se acercó elegante y lentamente hacía el humano ante la atenta mirada verdosa. De pronto algo le hizo saltar, y no fue precisamente la cercanía del Conde sino unos amenazadores ojos rojos que aparecieron en la esquina más oscura mirándolo de forma amenazadora para después oír una voz escalofriante y ronca, casi como un gruñido, cerca de su oído que decía “Aléjate de él, él es mío”. Y no necesitó más para que sus piernas se movieran al fin en un rápido retroceso hacia la puerta para salir de despacho teniendo como última imagen la del chiquillo con un alto mayordomo de ojos rojos a su derecha antes de echar a correr por el pasillo con la clara intención de alcanzar al grupo. Sin embargo, antes de recorres los primeros tres metros, choca con una figura siendo atajado en un abrazo, uno muy familiar.

— ¡¿Dónde diablos estabas?! — dijo William tratando de no mostrar alteración y preocupación en la pregunta fallando miserablemente

En eso el de cabellos castaños siente el ligero temblor en el cuerpo de su pareja y decide abrazarlo fuertemente mientras acariciaba su espalda a modo de tranquilizarlo

— ¿dónde te habías metido? — Le vuelve a preguntar pero, esta vez, de manera dulce— estaba preocupado — le dijo antes de besarle la cabeza

Sintió como el cuerpo del más bajo se relajaba antes de separarlo un momento de si para observar su rostro ahora tan pálido como el papel.

—y-yo los vi…—dijo escuetamente ganándose una mirada de duda—El fantasma del Conde y su mayordomo, allí, en el despacho— explicó señalando haca atrás

Will se acomodó las gafas suspirando ya acostumbrado a los escándalos de su novio.

— ¿qué te parece si volvemos a casa y…nos relajamos? — le dijo mirando intensamente las esmeraldas con las propias provocando que el rostro del pelirojo pasara rápidamente del blanco al rojo al entender a que se refería el otro con “relajarse”

Así, ambos salieron abrazados dispuestos a disfrutar el resto de su día libre de una manera más íntima.

Observando toda esta escena se encontraba el Conde asomado en el gran ventanal de su despacho cuando de pronto siente unos brazos rodeando su cintura haciéndole sonreír. Sin darse la vuelta ladeó la cabeza para apoyarla en el firme pecho del mayordomo quien se agachó un poco para llegar al encuentro de esos finos, rosados, tentadores y pequeños pero expertos labios, y besarlos apasionadamente abrazándose más a la pequeña figura mientras sentía los dedos juveniles enredarse en las hebras negras de su cabello. Una vez disuelto el beso, se miraron, zafiros y rubíes, antes de sonreírse y desvanecerse ante la luz del crepúsculo para amarse por siempre; aun más que cuando estaban vivos y su amor prohibido, pero menos que el resto de su eternidad juntos en aquella gran mansión, sin nadie que los juzgue ni los señale por ser como son y amarse como se aman.

THE END
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Participante: Lady Hime
Categoría: Todo público (BL y GL)
Género: Romance
Protagonistas: Ciel / Sebastian
Situación especial: Que ocurra en la mansión...♥


Por sobre todo te amo


La brillante luz del Sol matutino, entrando por el gran ventanal de la habitación, produjo que un joven de cabellos azulados moviera una de sus manos hacia los parpados de sus ojos para cubrirlos de esa ardiente sensación. Un hombre joven, de cabellos color azabache, que había estado descansando a los pies de esa enorme cama, se estremeció y levantó su rostro de esas sábanas al sentir ese leve movimiento. Sus ojos carmesí se quedaron mirando por varios minutos a ese delicado cuerpo.

Era una escena llena de la calidez y cariño con la que esos hipnotizantes ojos miraban a ese pequeño cuerpo de niño que poseía el joven conde Phantomhive. Un cariño que hace pocos días se había dado cuenta de que existía, al ver en peligro a esa pequeña y fuerte alma. Al casi presenciar una completa desgracia, su corazón se interpuso a su “deber”, desobedeciendo las ordenes que le habían dado con tal de protegerlo.

-Bocchan… no, Ciel… mi querido Ciel, despierta por favor- susurraba, con palabras impregnadas de amor y un toque de angustia, mientras acariciaba el suave rostro y los sedosos cabellos de esa persona que seguía en completo silencio desde hace dos días.

-Mmh… Se… Sebas… tian…-

Los ojos del susodicho se abrieron más de lo que ya estaban al escuchar su nombre siendo pronunciado de una manera muy dulce y adorable por parte de Ciel, aunque él todavía seguía inconsciente. Un pequeño sonrojo se formo en sus mejillas, al igual que una sonrisa, llena de melancolía y alegría fusionadas, se dibujaba en su rostro. Un sonrojo que hizo todo lo posible por ocultar al momento en el que un par de diamantes azules comenzaron nuevamente a brillar.

-¿Dónde estoy?- preguntó algo desconcertado el joven conde Ciel Phantomhive, el cual parecía haber olvidado todo lo que había pasado - ¿Sebastian? ¿Qué ocurre?- añadió preocupado por la actitud que mostraba su mayordomo.

La razón era que el susodicho había empezado a derramar lágrimas, pero lágrimas de felicidad, cuando vio a ese inerte cuerpo volver a la vida. A recuperar la poca calidez que de vez en cuando demostraba solamente a unas pocas personas, el incluido.

-Sebastian… ¿Pasó algo…?- esas palabras fueron interrumpidas por un acto inesperado por parte de su fiel mayordomo.
Ese cariño y alegría que sentía en esos momentos se desbordaron de su corazón, y fueron expresados en un cálido abrazo muy esperado por parte del mayordomo.

Los ojos del pequeño se abrieron de par en par por la gran sorpresa, para después llenarse de furia -¡Suéltame! ¡Sabes perfectamente que odio que la gente me toqué!- gritaba con enojo y desesperación, mientras golpeaba a puño cerrado el pecho del mayor.

-No quiero, no después de que casi lo pierdo- sollozos, lágrimas y palabras de afecto, acompañadas por una extraña calidez que por primera vez sentía era lo que Ciel podía percibir y escuchar por parte del mayor.

-Sebastian…- las palabras pronunciadas por ese demonio, hicieron estremecer al joven corazón y mente de Ciel, logrando que se sonrojara y dejara llevar por ese abrazo, que sólo duro unos instantes más antes de que Sebastian lo soltara. –…quiero saber que pasó.

-¿Esta seguro bocchan?- angustia era lo que el rostro del mayordomo expresaba, por temor a que si le contaba todo lo que había sucedido, y los sentimientos que habían surgido, este lo repudiara. -¿Aunque pueda descubrir cosas que no debería de saber y que están prohibidas incluso para los demonios?

-Absolutamente, es una orden. Dime.- respondió Ciel con calma, seriedad y algo que parecía cariño en la mirada.

-Como usted ordene…- dijo Sebastian sin poder decir otra cosa. -Hace una semana…

“La reina le ordenó, como siempre, que investigará unos sucesos extraños que estaban sucediendo en unos pueblos lejanos. Y, como es lo habitual, nosotros viajamos hacia esos lugares. El primer día no encontramos nada interesante, pero al día siguiente descubrimos que habían pasado muchas desapariciones de personas que nunca fueron encontradas. También, cuerpos totalmente momificados y sin rastro alguno de que hubieran sido humanos. Así que decidió que yo fuera a investigar un poco más profundo, y lo que descubrí fue que había seres extraños en algunas zonas cerca de ahí…

Hace tres días usted decidió que necesitaba capturar a eso que estaba dañando al pueblo y al corazón de la reina. Por lo que me ordenó llevarlo a esa zona, para poder usarse a si mismo como carnada. También me ordenó que no intentara salvarlo, con tal de que el culpable fuera capturado.

De acuerdo a sus ordenes, lo deje en ese lugar, y yo, me escondí por entre unos escombros y algunos árboles. Pasaron horas, usted seguía caminando cerca, hasta que se hizo completamente de noche. Se sentó en las raíces de un árbol, hasta que, después de unos cuantos minutos cayó rendido por el sueño.

Solo me distraje unos segundos, lo cual lamento mucho, y le pido perdón por eso.- Lágrimas se volvían a formar en esos ojos carmesí –Cuando volví a vigilarlo, un par de extrañas figuras lo estaban acechando. Se acercaron y una de esas figuras lo tomo de los brazos para sujetarlo, mientras que la otra lo tomaba por el rostro dispuesta a clavarle las afiladas garras en su cuerpo.

Sangre comenzó a surgir de su mejilla derecha, y al instante la lengua de una de esas sombras la lamía. Podía ver como poco a poco perdía su fuerza, pero usted no quería que los detuviera. Dolorosos segundos pasaban frente a mis ojos. Su vida yo veía desvanecer. Su alma estaba siendo consumida por la sangre que esas bestias bebían. Lágrimas de sus ojos azules rodaron. Y ahí fue cuando ya no me pude contener más.

Salí de mi escondite lo más rápido que pude, quité a ese monstruo que tenía enfrente, sujete su cuerpo contra el mio protegiéndolo y asesine a esas cosas que le estaban haciendo daño. Después lo traje a la mansión, le curé las heridas y lo recosté en su cama. Desde ese día he estado esperando que despertará.”

Ciel quedó unos minutos en completo silencio procesando toda esa información-¿Por qué me desobedeciste?- le preguntó con una mirada vacía, un poco decepcionado.

-Porque… estaba… yo solo… olvide eso por favor- contestaba Sebastian a Ciel evadiendo completamente su mirada.

-Quiero saber la verdad… por favor ¿Por qué me salvaste?- el pequeño niño sujetaba con mucha fuerza la camisa blanca del mayordomo en esos instantes algo rasgada por la pelea que había sucedido -¿Por qué?- lágrimas y mas lagrimas caían de esas orbes azules y mojaban las blancas sábanas de la habitación.

-No bocchan, eso es algo que no debe saber, algo que probablemente no está correspondido, algo prohibido… hasta para mi- su corazón se estrujaba al decir estas palabras, pero prefería callar a expresar ese sentimiento que el aseguraba que no era correspondido.

-Por favor… Sebastian… dime… - con sus pequeñas y delicadas manos forzó a que él lo mirara, lo cual fue una sorpresa, Ciel estaba llorando y, además, estaba sonrojado.

Sebastian se dejó llevar por esos zafiros que lo miraban, y ese sentimiento terminó por ser expresado en un dulce beso, un beso que no duró mucho, porque cuando el mayordomo se dio cuenta de lo que estaba haciendo se alejó rápidamente, y mantuvo sus ojos cerrados. –Perdón, discúlpeme sé que odia esto, por favor discúlpeme- más lagrimas se derramaron por parte del moreno. –Yo sólo estaba muy preocupado por usted, no quería que sufriera daño, porque yo… porque yo lo amo, de verdad lo amo bocchan, sé que esta prohibido por el hecho de que somos hombres y de que yo no debo amar pero no me importa- su sonrojo no pudo ser evitado y su corazón latía de manera acelerada.

Su vista se llenó de sorpresa al sentir un pequeño cuerpo recargado en su pecho. Un pequeño cuerpo que lo abrazaba, y mojaba la ropa del otro por algo que parecían lágrimas. –Sebastian idiota,- esas palabras aunque insultantes de cierta manera, no estaban cargadas de odio ni desprecio sino de dulzura –Yo también te amo. Siempre te he amado. Desde lejos te he vigilado. Siempre admirándote.

-Bocchan…- Sebastian volvió a abrazar a Ciel, pero este ahora se dejo llevar por la calidez que sus cuerpos producían.
-No… llámame Ciel, así como te escuchaba entre mis sueños- su voz sonaba adorable y sus acciones parecían las de un gatito de los que siempre Sebastian cargaba.

-¿… me escuchó?- su sonrojo no podía ser mas claro, su pálida piel estaba totalmente roja, parecía un tomate maduro.
-Entonces si fue verdad, pensé que solo había sido mi imaginación y mi deseo de que algún día me llamarás por mi nombre- Sebastian se acercó a la oreja del menor y le susurro –Ya no vas a tener que soñar mas, Ciel.

-Sebastian me haces tan feliz…- gritó de felicidad el pequeño de cabellos azulados, alzando sus brazos y tomando por el cuello al antiguo mayordomo, posando sus labios sobre los de él para darle un rápido, pero suave beso –te amo- terminó por decir apoyado en el pecho del mayor.

-Yo también te amo… Ciel- sus brazos tomaban a ese pequeño cuerpo de la cintura acercándolo más hacia él, bajó su rostro y volvió a susurrar –aunque este prohibido… a pesar de todo… te amo.

-Se… Sebastian…-

-Ciel…-

Se miraron durante eternos segundos, como en un trance, ambos hipnotizados por los ojos y el alma del otro. Dejándose llevar por ese gran sentimiento, ese gran amor, se volvieron besar una vez más, pero esta vez, Sebastian no pudo controlarse mucho y besó a Ciel de una manera muy apasionada, tanto que durante esos instantes, sus lenguas danzaban al mismo ritmo, la de Sebastian jugando con la de Ciel, hasta que este último tuvo la necesidad de tomar aire. Completamente sonrojado el pequeño miró al demonio. Ansioso por seguir con eso que ambos habían comenzado Ciel se acercó de nuevo a esos dulces labios…

-Lo siento, Ciel- decía Sebastian lentamente apartándolo – pero no puedo, no debo seguir…

-¿Por qué?- preguntaba confundido el ojiazul.

-Podría lastimarte… y no quiero eso, es mejor que descanses amor, todavía debes estar lastimado- decía al momento en el que se levantaba y daba el primer paso, pero no pudo seguirse moviendo, ya que un par de pequeñas y delicadas manos sujetaron su camisa blanca, con toda la fuerza que estás podían.

-Volve…- un delgado dedo se posó en sus labios, obligándolo a que callara.

-Sebastian ¿te podrías acostar conmigo? Estoy seguro que en tus brazos descansaré mejor- Ciel dijo esto de una manera tan tierna, adorable y sensual, que aunque quisiera, Sebastian no pudo resistirse ante eso. Se metió entre las sábanas y abrazó delicadamente a su joven amor, tratándolo de manera tan frágil como si fuera el mayor tesoro, aunque para él lo era; el cual al poco tiempo quedó profundamente dormido.

-Sebas… tian… be… same…- decía entre sueños y suspiros el pequeño conde.

Con mucho cuidado Sebastian besó en la frente a su cariño procurando que esté no despertara –Descansa mi amor…
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FIC GANADOR.
Autora : Angie
Categoría: Todo publico con BL
Género: Suspenso/tragedia
Protagonistas: Claude/Alois
Situación especial: AU, que ocurra en una playa, siglo XXI.

SÓLO UN DÍA EN LA PLAYA


No le gustaba la playa, la detestaba en realidad: el agua salada, la arena metiéndose dentro de sus zapatos, los ardientes rayos de Sol quemándole el rostro, la bocadillos insípidos. No.

En verdad no le agradaba. Pero en ocasiones su trabajo tampoco y aquella era una de esas situaciones.


Tomó el informe y lo leyó una vez más, un día antes había memorizado cada palabra, línea tras línea.

Hojeó rápidamente los datos del Condenado.

Número de prisionero: 842684.

Edad: 14 años.

Crímenes:

* Múltiples Homicidios en primer grado.

* Rebelión contra El Estado.

* Alta traición a las Normas Sociales, Familiares y Éticas.

Y la lista seguía y seguía, una tras otra.

Condena:

Pena de Muerte.

Observó la fotografía adjunta con un sencillo clip.

Era un muchacho rubio de ojos azules, rostro afilado, rasgos atractivos. No sonreía. Sus ojos yacían pálidos, muertos. Igual a como estaría a la misma hora del siguiente día.

El Estado les concedía un último deseo a los condenados a muerte, sin importar cuan costosos o estúpidos fueran; no se escatimaban costos, no se reducían gastos. La única condición es que fuera para uno mismo, no se podían hacer peticiones para familiares, conocidos o amigos. Así fuera adoptar un gato o tener por un día el poder de un “Vocero”. Era su forma de redimirse con el individuo, después de todo le había fallado.

El Estado dividía su poder en tres rangos, en el tercer lugar estaban los Agentes, las manos, ojos, piernas y bocas del Estado, actuaban sin hacer preguntas, observaban sin hacer comentarios, ejecutaban sin pensar. Él era uno de ellos, quizás el más talentoso de su generación, pero un número más por el momento. Arriba de los Agentes, estaban los Voceros, los ojos, oídos y boca de los ciudadanos, procesaban los casos, dictaban sentencia, administraban las agencias gubernamentales y por último, en la cima, se hallaban los Concejales, cinco personas que dictaban las leyes, recolectaban los impuestos y tenían inmunidad total. “Siempre justos, siempre perfectos, siempre fieles” Aquel era su lema, todos los niños debían memorizarlo apenas sabían hablar.

A cambio no había guerras, tampoco existía el crimen, la violencia o el hambre.

Los ciudadanos, es decir todos aquellos que no pertenecían al gobierno vivían en poco menos que una utopía.

Claude no podía evitar preguntarse cual había sido el “verdadero” crimen de aquel niño. Homicida. Era un hecho. Pero la lista de desplegaba de tal forma que por primera vez en mucho tiempo sintió una pizca de curiosidad por averiguar lo que había detrás, las circunstancias que derivaban en tal situación. El informe no describía a cuantos había matado.


En definitiva más de uno, entre ellos a un Concejal, él único puesto superior a un Vocero.


No importaba ya. La sentencia sería ejecutada a las 24:59 horas del 18 de marzo, es decir, poco después de la medianoche de ese mismo día. Él ni siquiera estaría presente.

Su trabajo consistía en recoger al prisionero de la Prisión, vigilarlo mientras cumplía su último deseo y devolverlo a las 23:30 de ese mismo día para cumplir su condena.

Simple.

Él no tenía hijos, por lo que a diferencia de otros agentes que eran Padres de Familia, las posibilidades de que empatizará con el prisionero eran considerablemente inferiores.

El automóvil se dirigía a su destino a velocidad moderada.

El edificio que recibía el nombre de “Prisión” poco tenía que ver con los que aparecían en los viejos libros antes de que El Estado tomará el control sobre el gobierno, construcciones gigantescas de imponente piedra negra donde los prisioneros se hacinaban en condiciones inhumanas. Aquel era un pequeño edificio pintado de un agradable color azul cielo, instalaciones limpias, estancias bien iluminadas y ventiladas. Cada prisionero tenía una amplia habitación con cama, mesa y baño propio; las mantas se cambiaban casi a diario y la música instrumental dotaba al ambiente de frescura.

El número de habitaciones no superaba las cincuenta.

Por regla general entre que se atrapaba al criminal y se cumplía la sentencia no pasaban más de siete días.

Si el crimen era un delito menor como hurto o falta a la moral se le borraba la memoria y se le devolvía a su antigua vida, donde la comunidad entera tenía la obligación de reintegrarle y a la vez no hacerle olvidar su infracción. Si por el contrario, reincidía en su falta o el delito era algo imperdonable como el asesinato o alta traición a El Estado se le condenaba a muerte.
En aquel momento sólo el treinta y dos por ciento de aquellas habitaciones estaban ocupadas, la mayor parte de los prisioneros en espera de que el Estado los “reiniciara”, un único condenado a muerte.

Claude espero en una sala decorada con flores frescas a que le trajeran al prisionero.
Un par de guardias no tardo en aparecer con este.

Él mismo muchacho rubio de la fotografía, con la diferencia de que sonreía y sus ojos, antes apagados, brillaban con fuerza. Complexión delgada, ni pequeño, ni bajo…agradable a la vista. Irónicamente la imagen perfecta de un muchacho saludable y sano que el del Estado se esforzaba en crear.

—Mi nombre es Claude y seré su guardián durante este día. Es un placer.

El muchacho asintió, entusiasmado y lo tomó del brazo.

—¡Yo soy 842684 , divirtámonos mucho el día de hoy!

Pensó en retroceder ante el contacto, pero decidió no hacerlo. Aquel día su trabajo era cumplir el deseo de ese niño, independientemente de sus crímenes y aquel era…

“Un día en la playa”

El niño ya no era considerado más un ciudadano del Estado, sólo tenía derecho a un número, frío e impersonal.

Afuera les esperaba un automóvil de color rojo, sin el logotipo propio del Estado; igual al de cualquier otro civil.

Subieron al mismo, los agentes se quedaron atrás, Claude conducía. No querían armar un alboroto. Continuarían siendo vigilados por razones de seguridad, pero a cierta distancia y sin darse a notar.

El niño se ajustó el cinturón de seguridad y observó por la ventana fijamente, el mundo nunca antes le había parecido tan hermoso; el verde de los árboles, el ladrido de los perros, la risa de los niños pequeños. Él no pasaría de aquel día, todo se reducía a ese momento, no habría otro antes o después igual o, siquiera similar, cada momento era único. Lanzó un suspiro ahogado. No importaba cuan fuerte se quejará, nadie lo escucharía, nunca lo habían hecho. Sólo le quedaba disfrutar de aquel último día, de esos momentos. Sus labios se torcieron en una sonrisa y miró fijamente al agente que le acompañaba. Le gustaba, parecía del tipo que odiaba a toda la humanidad. Rió suavemente y se estiró para quitarle las gafas.

—¿No es molesto traer esto todo el tiempo?—preguntó curioso.

—No—fue la escueta respuesta del adulto, pestañeo repetidas veces y enfocó con mayor precisión la vista en la carretera. Decepcionado se las regresó. No tenía caso jugar con un sujeto tan aburrido.

Lanzó un largo suspiro y apoyó el brazo sobre el borde de la ventanilla.

Sólo tenía un día.

Claude observó la expresión fastidiada del niño. Eso no estaba bien. Él era perfecto, siempre; y aquel trabajo por muy estúpido e inservible que le pareciera no sería la excepción. Se encargaría de que el prisionero pasara el día más feliz de su vida.

El resto del recorrido transcurrió en silencio, el mar ancho y vasto alcanzaba a verse a lo lejos desde el retrovisor, emocionado el muchacho pegó el rostro y las manos contra el cristal, sus enormes ojos azules plegados por sus oscuras y largas pestañas se adhirieron a la lejanía, sorprendido de lo hermoso que era. El mar, el enorme “charco” de agua salada era tan impresionante y hermoso como lo imagino. A Lucas le encantaría verlo…tragó saliva con pesadez y cerró los ojos, lo olvidaba, podían repetirse diez mil veces al día que su hermano menor estaba muerto y aún así habría momentos del día en que no lo recordaría y creería que estaba en el baño, el comedor, comprando caramelos con mamá…total, cualquier otro lado lejos que lo mantuviera lejos de allí, fuera de su campo de visión donde podía protegerlo.

—¿Alguna vez habías visto el mar?

Él muchacho negó con la cabeza suavemente, una expresión de autentica felicidad suplió la amargura que sobre sus facciones cayo momentos atrás.

—Es realmente impresionante. ¡Dime, Claude! ¿Ya lo conocías antes?

—Si.

—Ya veo, que suerte…es hermoso.

Claude siempre había sido un alumno más que sobresaliente en todas las aéreas: matemáticas, ciencias, idiomas, deportes, ninguna escapaba de su control, las aprendía y dominaba con la misma perfección que si hubiera nacido con ellas. Sus maestros se enorgullecían de sus progresos y él se rodeaba de alabanzas. Pero si había algo que jamás había aprendido sin importar cuanto se esforzará, lo mucho que leyera o el incalculable apoyo que otros profesores le ofrecieran, era el hecho de interactuar con otras personas o de comprender y reaccionar a sus sentimientos.

Probablemente la habían asignado aquel trabajo por esa razón. Pocas veces y en su caso era la primera vez que asistiría a la ejecución de un menor de edad. La mayoría de los Agentes disponibles en aquel momento tenían hijos, pequeño en su mayoría; lidiar con un caso como aquel los habría expuesto a un estrés innecesario.

Él por su parte no tenía esposa, hijos, ni algún tipo de lazo emocional.

—La ejecución será hoy a la medianoche ¡Así que hagamos que este sea un día grandioso! ¿De acuerdo?

Se limitó a asentir en silencio. Haría su trabajo.

Sin embargo no podía evitar preguntarse que serie de actos habían arrastrado a aquel niño hasta situación ni los motivos que le olvidaban a mostrarse tan entusiasmado. Casi parecía impaciente.

Estacionó el coche al lado de una desértica playa cerrada a cualquier bañista con el único objetivo de cumplir el deseo de un prisionero. Apenas pusieron un pie sobre la arena, él muchacho corrió a zambullirse al agua sin importar que sus ropas se empaparan por completo. Se limitó a esperarlo bajo la sombra de una roca, el chico sonreía, pero la felicidad no alcanzaba sus ojos, sus orbes azules lucían pálidas, resignadas.

Paso más o menos una hora antes de que el muchacho decidiera salir, a gatas y jadeando llegó hasta él, se tiró sobre su espalda y observó el cielo en silencio. Tenía síntomas de deshidratación, le paso una botella de agua y colocó una manta fresca sobre el rostro, con sus mejillas tostadas por el sol le observó, sus ojos titilaban, pareciera que de un momento a otro rompería a llorar, pero en cambio y contra cualquier pronostico, el niño se puso de pie, olvidando la manta y la botella en la arena, lo sujetó del cuello y beso. Alois posó sus labios sobre los suyos con una destreza que no era propia a su edad. No se sorprendió, tampoco resistió o respondió al mismo…se limitó a aceptarlo con una familiaridad extraña, casi resignada. Había tenido muchos amantes en el pasado, satisfecho una necesidad poco más que física, jamás sintió nada remotamente parecido a la emoción que llamaban “amor”, aquel niño no sería la diferencia.

—¿No es la cosa más triste del mundo el morir sin haber amado?—con la misma rapidez con que se levantó el niño se apartó de su lado y sentó en la arena, abrazo sus rodillas enterrando su cabeza entre ellas, con la mirada cabizbaja y jugando con un alga regada por casualidad agregó—. A nadie le interesa realmente escuchar mi Historia, pero tampoco hay algo que te impida a ti hacerlo, creo que es suficiente.

¿Historia?

En “El Estado” no había lugar más que para las historias perfectas y los finales felices.
Los niños estudiaban mucho y se convertían en miembros útiles de la Sociedad.
Los hombres amaban a sus esposas y trabajaban duro por el bien de la comunidad.

Las mujeres no malcriaban a sus hijos, al contrario los educaban con mano dura si era necesario y constituían un pilar fuerte de la Sociedad capaces de desenvolverse en cualquier campo.

Niños como aquel no existían y sus historias tampoco.

Pero él quería saber más, por el simple hecho de que estaba aburrido.

Y antes de que terminara aquel su Historia se habría perdido para siempre.

—Cuéntamela—respondió sentándose a su lado.

—¿No te meterás en problemas?

—Decírmelo te haría feliz.

El menor asintió tímidamente.

—Mi trabajo es hacer de este día uno feliz. El último.

—Probablemente no me creas, así que no importa.

Claude no le mirada con deseo, tampoco con odio o siquiera repugnancia. A los ojos de Claude él era algo más que “nada” y eso le hacía feliz. Porque si no era “nada”, era libre de ser o hacer cualquier cosa que quisiera. No tenía que sonreír para complacerlo o mostrarse deprimido cuando la situación lo ameritaba. Bastaba con ser él, aunque ni el mismo supiera quién era realmente.

Y sintió una punzada de satisfacción y negó suavemente con la cabeza, no valía la pena.

—Sólo quiero pedirte una cosa…—guardó silencio un momento, inseguro y temeroso, eso podría costarle su último día de libertad…incluso podían ejecutarle ahí mismo—. ¿Podemos jugar a que nos amamos?

—Por supuesto. Es tu día.

El niño suspiró aliviado, impresionado de alguna manera. Pero estaba bien, después de todo ese no era su deseo, sino el de Lucas. Si es que existía algo más allá de la muerte, esperaba que su hermano menor le viera. Viviría sus últimas horas por y para él.

El amor era una palabra tan caprichosa como única. Un Agente jamás se la permitiría. Tenía una misión, un objetivo. Las relaciones en que este sentimiento interfería no eran más que una desviación o variantes del “juego”.

Algún día el Estado le asignaría una familia y en algún momento el mismo Estado le ordenaría tener uno o dos hijos, en otro punto le impulsarían a tomar puestos de mayor importancia, todo con tal de subir en el escalón del poder. Después de todo, él había nacido con tal destino, era un “Elegido”, o al menos ese era el término que se acunaba dentro del “Círculo”.

Mujeres elegidas al azar cuyos embriones eran modificados genéticamente con el fin de crear ciudadanos más inteligentes, más rápidos, más fuertes…que sobresalieran en todas o cada una de las aéreas. A los niños sobrevivientes a estos procesos cuya tasa de defunción era normalmente elevada y que revelaban talentos especiales se les conocía como los miembros del “Círculo”, el Estado los apartaba a temprana edad, generalmente entre los cuatro y cinco años de las familias a las que habían sido asignados y los acogía en un Centro de Educación. Allí se les preparaba para ser los futuros líderes del mañana, cuando llegaban a la juventud se les devolvía a la Sociedad y asignaban puestos de bajo nivel en El Estado, si hacían buen uso de sus talentos y enseñanzas no pasaba mucho tiempo antes de subir de puesto, tal y como era el caso de Claude que con tan sólo veintidós años ya era un Agente de Segundo nivel y con grandes posibilidades de en el transcurso de menos de seis meses subir al Primer Nivel.

Cuando lo fuera, una de sus responsabilidades sería ejecutar la sentencia de Prisioneros como el número 842684.

Aunque la ejecución de un niño constituía un caso aislado o al menos así lo creía, los desafortunados casos de “Desviaciones” como estas pocas veces se anunciaban y corregían con la mayor rapidez posible, sin darles aviso a los ciudadanos.

El número 848684 le sujetó del brazo y arrastró hasta la playa, sonriendo y cantando como si aquello fuera la cosa más normal del mundo.

Caminaron por la cálida arena, le dieron caza a un par de cangrejos, recolectaron un puñado de conchas, se enterraron en la arena, comieron bocadillos, intentaron atrapar un par de peces con la mano, jugaron un partido de volibol con una pelota improvisada, hicieron todas las cosas que se suponía debían hacer en la playa.

Hasta que poco antes del atardecer el niño cayo rendido, aparentemente satisfecho…la sonrisa de su rostro desvanecida, la resignación calcada.

—¿Cómo debe de sentirse un beso?—preguntó el muchacho recargando su cabeza sobre su hombro—. No sentí nada al besarte—confesó con cierta timidez—creí que quizás sería diferentes si lo hacía por mi propia voluntad, me equivoque…No fue agradable, tampoco desagradable.

—Los besos sólo representan estímulos cerebrales.

—Hum, eso quiere decir que sólo es un intercambio de saliva. ¡Sabes…suena asqueroso!
Claude esbozó una tenue sonrisa, divertido ante el comentario. En ocasiones, él pensaba exactamente lo mismo.

Él número 842684 se levantó y sentó tras Claude, rodeó su pecho con sus brazos y recargó su pecho sobre su hombro.

—¿Tú me concederás cualquier deseo que tenga? ¿Cierto? ¿Ese es tu trabajo?

El hombre no respondió, la primicia era cierta y tenía sus límites.

—Entonces ámame, sólo un poco, pero ámame.

Dicho esto se sumió en un profundo silencio y permanecieron juntos en esa misma posición, observando juntos la despedida de otro día y los destellos de los rayos de Sol.

Alois era consciente de que jamás volvería a ver otro, así como de lo estúpida que era su petición, carente de sentido y mucho más para un agente tan joven como Claude que sin duda alguna tenía un futuro brillante dentro del Estado, pero esa mirada de hastío, aquella expresión de indiferencia y aburrimiento era la misma que la de él cuando se dedicaba a ser un Niño Perfecto. Lo hacía porque no tenía más opción, era la única forma de vivir.

Probablemente no sirviera de nada, pero necesitaba intentarlo. Tenía tanto miedo. Quería vivir.

Sintió como las fuertes manos de Claude le sujetaban de los hombros y obligaban a ponerse de pie, le sujetó su rostro y vio intensamente. Para Claude, él no era “nada” y eso fue lo que siempre deseo, pero en ese instante, en ese momento deseó tanto ser algo para alguien.

—¿Cuál es tu nombre?—le preguntó el mayor.

— 842684—contestó con repugnancia, pero técnicamente él no existía más allá de un número en un expediente.

—¿Cuál es tu nombre?—preguntó una vez más.

El muchacho esquivó la mirada, temeroso de la respuesta y si todo se trataba de una prueba o una terrible broma, casi seguro de que el rostro de Claude se congestionaría en un ataque de risa contestó.

—Alois… Trancy….

Claude buscó dentro de los recuerdos de su mente, uno de los Concejales, Roberto Trancy, muerto hacía menos de una semana en un accidente automovilístico junto a su Protegido, Alois Trancy. De vez en cuando, un Concejal caprichoso elegía a un Elegido y lo nombraba su Protegido, le apadrinaba desde sus inicios como un Estudiante hasta que se convertía en un importante Vigilante o incluso un Concejal. Todos dentro del Circulo consideraban un honor invaluable convertirse en Protegido de un Concejal.

—¿Tú lo mataste?

—¿Y que si lo hubiera hecho? No crees que lo merecía.

—¿Cuál es tú verdadero nombre número 842684?—preguntó con una rudeza no mostrada con anterioridad.

Alois ocultó la mirada tras su flequillo, su nombre, al que le obligaron a renunciar, el que no existía, el que jamás debía pronunciar en voz alta.

No se atrevía a decirlo, a mancillarlo con toda su suciedad y miseria.

Claude no concebía afecto ni nada similar hacia el pequeño niño de cabellos rubios, pero se sentía identificado con la frágil figura. Forzados a cargar con un destino impuesto. Él mismo se había visto obligado a olvidar su verdadero nombre, por mucho que lo intentará, no podía asociar su persona con otra cosa que no fuera Claude Faustus, un “Elegido”, miembro del Círculo, existía por y para el Estado.

—¿Tú lo asesinaste?

El muchacho esbozó una sonrisa ladeada y asintió con la cabeza orgullosa.

—Junto a otros doce Voceros.

—¿Te ejecutarán por eso?

—No importa. Ellos mataron a mi familia, no merecían menos.

Su celular sonó, persistente, el intenso sonido desentonando con los monótonos susurros de la naturaleza los tomó por sorpresa, con una de sus manos Claude contestó.

—Entendido—soltó el rostro de Alois y dirigiéndose a este agregó—. ¿Es hora de que regresemos?

Alois asintió en silencio y se alejo unos centímetros, volvía a sonreír.

En silencio regresaron al borde la carretera donde un automóvil esperaba.

La hora de su ejecución se había adelantado, ahora tendría lugar a las 19:00 horas, cuatro horas antes de las programadas. Sin lugar a dudas Alois era considerado un prisionero peligroso –al menos teológicamente— para El Estado, el haberle concedido un último deseo constituía un hecho demasiado extravagante.

El niño se introdujo docilmente al interior del coche, no hubo palabras o gestos de despedidas, intercambió un par de palabras con los agentes y dio por finalizada su misión.

Alois le dirigió una última mirada antes de refugiarse en un rincón del vehículo, ya no sonreía, tampoco mostraba señales de tristeza, un total mutismo.

Claude acababa de cumplir veintidós años, era el mejor de su generación, si escuchaba los consejos de sus superiores y continuaba por esa senda tenía muchas posibilidades de convertirse en el “Primer Concejal”, reformar al “El Estado” desde dentro, mandar sobre todo y todos, anular aquel sistema corrupto. Pero él no era y jamás sería un héroe. Bien podría encargarse cualquier otro, tomó su arma y disparó contra sus compañeros, directo al corazón y sien, sin lugar para los errores. No podría retroceder, aun si quisiera y no quería.
Aquel era un día tan bueno para morir como cualquier otro, ahora o en cincuenta años. Deseó reír, pero no pudo. No sabía hacerlo.

El niño permaneció dentro del automóvil, impresionado. Claude abrió la puerta, a decir verdad esperaba encontrarse con un muchacho tembloroso y asustado, pero en cambio, con la ropa manchada de sangre y restos humanos sobre su cuerpo Alois se lanzó sobre su él, asiéndolo fuertemente del cuello.

—¡En verdad, Claude…eso fue tan genial, tan endemoniadamente genial!

Se tiró sobre el suelo y continuó riendo un par de minutos más.

—¿Y ahora qué haremos?—preguntó con la naturalidad propia de un infante que pregunta por lo que comerán.

—¿Hay un lugar al que quieras ir? Esté será la última parten de tu deseo.

El muchacho dejo de reír, se sentó con las piernas cruzadas y respondió.

—Sip…pero quizás no alcancemos a llegar.

—Iremos—se limitó a responder.

Arrojó los cadáveres fuera del coche y le hizo una seña para que entrara. Alois se sentó en el asiento del copiloto. Toda aquella situación estaba tan fuera de control y le gustaba tanto.

—Daté la vuelta.

La profunda voz del adulto le obligó a obedecer, a pesar de que este último tenía una navaja entre sus manos. Tragó saliva, tal vez le mataría cuando no estuviera viendo o quizás le torturaría…no tenía sentido arriesgar tanto si planeaba hacer algo así.

El Estado inyectaba chips a sus habitantes desde el mismo día en que nacían, de esta manera sabían donde, cuando y como se encontraban en cualquier momento. No se esforzaban en ocultar el como o donde se lo ponían, querían que los ciudadanos supieran que sin importar a donde fueran no estarían libres. La pena por quitárselo era la muerte. La ubicación del chip era tan obvia que parecía una burla.

Claude introdujo la navaja en la nuca del niño, un corto recto, limpio…su intención era causar el mínimo dolor; no supo si fue por su eficiencia o por la terquedad de Alois, pero este no se quejó ni emitió sonido alguno, escarbó un poco, buscando. No tardó en encontrarlo. Sustrajo el chip cuyo tamaño no superaba los tres centímetros y lo destruyo, vendo con una improvisada venda el cuello del rubio. Repitió la operación consigo mismo. Dolía más de lo que sus rostros demostraban.

Cada automóvil contaba con un avanzado sistema satelital de comunicación, mediante el cual era posible localizar al vehículo sin importar donde se encontrara, Claude no tardó en bloquearlo.

Alois observó con admiración como deslizaba los dedos con rapidez por los botones, no entendía gran cosa, si él hubiera continuado con su educación como un “Elegido” habría llegado el día en que sería capaz de hacer lo mismo.

“La perfección del cuerpo, la perfección de la mente, la perfección del espíritu”

“Por y para El Estado”

Eran sólo algunas de las frases que les obligaban a repetir en la mañana, durante la tarde y antes de acostarse. Lo decías tantas veces y con tal fervencia que podías llegar a creerlo.
Pero Claude era igual a él, no podía retroceder aun si lo deseará, había transgredido leyes que para un ciudadano común eran imperdonables, pero que al ser un miembro del Círculo ni siquiera se podían imaginar.

—¿Por qué?—susurró llevándose una mano hasta su cuello, donde segundos antes tenía el chip.

—Porque aun hay un lugar al que quieres ir, tu deseo no se ha cumplido por completo.

Alois asintió y se ajustó el cinturón de seguridad, avanzaron en silencio.

No sabía como, pero Claude parecía saber hacia donde se dirigían.

El sol se había metido por completo, el toque de queda daría inicio en poco menos de veinte minutos. A esa hora la mayor parte de las personas ya habrían regresado del trabajo, los parques lucirían vacíos y las mujeres habrían terminado con las compras y quehaceres exteriores. Todo mundo se prepararía para cenar e irse a la cama.

Se acercaban peligrosamente a la Zona Límite, cuando hubieran atravesado aquella barrera invisible, ya no podrían retroceder, serían ejecutados al instante, sin excusas ni objeciones.
Las franjas azules del inmenso mar aún se podían ver desde la desértica carretera, tan inmenso, azul y solitario.

Claude recordó aquella misión en particular, él había observado con su clase en ese entonces como un estudiante más, siendo poco más que un niño, mucho menos que un adulto, acababa de cumplir los catorce años. Recordó mentalmente los datos que le habían dado con el fin de complementar la práctica.

Crímenes imputados.

*Traición al Estado.

No les habían dado mayores detalles al respecto, sólo que eran una familia de cuatro miembros, El Padre, La Madre y dos niños, uno de cuatro años, el otro de cinco.

Se ocultaban en una cabaña fuera de la Zona Permitida, lo que por si mismo constituía suficiente delito para la ejecución inmediata, pero no él único y en definitiva el menor de ellos.
A unos metros, él y sus compañeros observaron como los Agentes, fuertes, imponentes y perfectamente entrenados –tal y como esperaban ser algún día— entraban a la cabaña y disparaban cuatro veces, sin gritos o suplicas.

Un trabajo limpio, rápido y preciso. Pocos después tres cadáveres a los que nunca les vio la cara eran sacados en bolsas y un pequeño cuerpo cuyo mechón rubio escapaba de la manta en la que lo envolvieron puesto en la parte trasera de otro vehículo, por la forma en que la manta se movía, aun respiraba. Su Profesor los inundó con explicaciones técnicas respecto a la operación que acababa de tener lugar y su atención retornó a sus perfectas notas en el computador. “Así de simple era la muerte” pensó “Ni siquiera valía la pena estar vivo”

Conducía a más de ciento veinte kilómetros, con un poco de suerte llegarían a tiempo, aunque estaba seguro de que llegado a ese punto ya habrían organizado un equipo de búsqueda y sabrían exactamente a donde dirigirse.

Alois le miró fijamente, aquel era el último lugar al que deseaba ir, pero necesitaba hacerlo. Despedirse. Tras su muerte, el iría al infierno, era un asesino…ellos le habían amado e intentado protegerle, ahora estaban en el Cielo.

El bosque se mostraba tan amenazante como lo recordaba, frío e inmenso, igual a un mounstro que en cualquier momento te tragaría. Pero no le temía. Había cosas mucho peores fuera de él.

Claude bajó del automóvil, lo sujetó de la mano y tomó en brazos sin esfuerzo, ligero para su vigoroso cuerpo. Alois enterró la cabeza en su pecho, la delgada y pequeña figura temblaba violentamente. De alguna extraña manera que no se sabía capaz de explicar le gustaba aquella sensación de sentirse útil, especial para alguien…y no para El Estado, El Circulo o los ciudadanos, sino simplemente para otra persona. Existía cierta dosis de egocentrismo y banalidad que impulsaba su afecto, pero para alguien a quien nunca le habían mostrado lo que era el amor o recibido muestra alguna de cariño, no alcanzaba a comprender el amor de otra manera.

Comenzó a correr adentrándose cada vez más en el bosque, atravesado caminos que no había visto a nadie en años…el sudor le escurrió por el rostro, su respiración se agito, la garganta se le reseco, pero no tenía tiempo. Si lograban llegar sin que los capturaran antes constituía un hecho más que sobresaliente por si mismo.

Los sonidos provenientes de las criaturas nocturnas y los susurros de la noche les envolvieron, la espesura y el follaje de los arboles apenas permitía a los rayos de la luna penetrar hasta ellos. Quizás de esta manera era mejor, de lo contrario, cualquiera que los hubiera visto, los habría confundido con los fantasmas de los muchos muertos que en otro tiempo deambularon por los mismos parajes.

Finalmente llegaron a su destino, era el final.

Depositó el frágil cuerpo de Alois sobre el suelo, el muchacho cayo de rodillas, agotado…vomitó a un lado sin la menor elegancia, él lo observo sin perturbarse.

—¿Cuál es tu verdadero nombre?—preguntó una vez más.

Alois quién apenas podía ponerse de pie respondió con la mirada pérdida en los restos de lo que un día hubo sido una cabaña al borde de un peñasco, sólo un par de fragmentos cortados en forma asimétrica y oscurecido por el humo, junto a sus recuerdos, daban prueba de que alguna vez hubo existido una construcción similar en un lugar así.

—Ellos me llamaban Jim McCain—contestó haciendo alusión a la figura de sus padres que a diferencia de Lucas se habían vuelto seres impersonales, a los que con esfuerzo recordaba.

—¿Qué paso?

Alois se preguntó porque Claude había llegado tan lejos por él. Antes de ese día uno del otro no tenía la menor idea de su existencia y ahora morirían juntos.

Hace mucho tiempo juró jamás relatar esa historia, era suya, quizás lo único que en verdad le pertenecía. No permitiría que nadie jamás mancillara los recuerdos de su familia, de sus padres…de su hermano. Rompió a llorar, sus intensos sollozos se apagaron poco a poco hasta convertirse en suaves gemidos.

Claude caminó hasta la miserable criatura a sus pies, quería una explicación, una que le diera sentido a toda esa locura y estaba seguro de que ninguno le satisfacería, pero al menos quería intentarlo.

Alois decidió que al menos eso le debía, la única manera en que podría pagarle.

Cuando Alice se enteró de que tendría un hijo fue la mujer más feliz del mundo, en el momento en que se lo contó a su esposo Clive, este se sintió el hombre más afortunado del universo.

Ambos ciudadanos modelos, incapaces jamás de romper norma alguna y fieles seguidores de la autoridad del Estado esperaron con impaciencia el nacimiento de su primogénito.
Y el niño llego, sano y vivaz, de mejillas regordetas, cabellos rubios y ojos azules, a pesar de que ella tenía el cabello castaño oscuro y él los ojos negros. No le importaba. Era su pequeño, era hermoso y estaba sano.

Un año después de Jim, llegó Lucas…sus cabellos castaños y ojos oscuros le hicieron tan feliz como con su primogénito.

Y cinco años de perfecta felicidad transcurrieron, Alois y Lucas crecían juntos…el primero cada día más inteligente, más apuesto, más ágil y sobretodo protector con su hermano menor, este último era el niño más dulce del mundo, quizás no con el ingenio y destreza de su hermano, pero sus buenos sentimientos compensaban cualquier otra falta.

Alice y Clive se decían y le decían a todo el mundo lo felices que eran.

Hasta que una tarde un par de Agentes tocaron a su puerta, Alice, sabedora de que estos siempre traían malas noticias, abrió temerosa y recibió la carta donde le notificaban que Alois era un “Elegido”, mañana en la mañana vendría a recogerlo para llevarlo al Centro de Entrenamiento. Deberían sentirse muy orgullosos, era todo un honor para la Familia y se encargarían de que su otro hijo recibiera una educación integral, por supuesto que a este si podía mantener a su lado. Era un miembro valioso, sin lugar a dudas, pero no lo suficiente para servir a El Estado, serviría mejor como médico o arquitecto.

Tan pronto cerró la puerta tras de si, cayo de rodillas, estremeciéndose ante el futuro que le esperaba a su pequeño. Como todo el mundo había escuchado antes de los niños “Elegidos”, se les apartaba de su familia, se les asignaba un nuevo nombre y nunca más se le permitía tener contacto con sus padres o hermanos. Muchos jamás se casaban o tenían hijos.

Constituían la élite de El Estado, pero pagaban un alto precio.

Vivían por y para El Estado.

No. Aquel no era momento para debilidades, no permitiría que le arrebatarán a su pequeño de brazos. Lucharía. Preparó las maletas, cocinó la cena y fingió que no pasaba nada.

Cuando su esposo llego, le entregó la carta y explicó su plan. Esa misma noche huirían en dirección a la Zona Prohibida, había escuchado que más allá, en lugares que con esfuerzo imaginaban había gente libre de los dominios de El Estado.

Alice y Clive no recordaban haber desobedecido alguna regla o ley en su vida, pero ahora, por su hijo…lo dejarían todo. La casa que ella amaba, el trabajo que él adoraba, el vecindario donde ambos crecieron, se enamoraron y casaron, los amigos, la familia, la seguridad. Todo.
Y poco antes de la media noche con un niño en brazos cada uno, huyeron.

No llegaron muy lejos, las pocas esperanzas fueron un obsequio de los preparativos para la clase práctica de los Elegidos que a la noche siguiente asistiría como parte de su proceso de aprendizaje, un verdadero golpe de suerte para estos el que justo esa noche se presentará un caso como este.

Recorrieron todo el día por caminos desconocidos, hasta llegar a un bosque que atravesaron, llegaron a la cabaña, se permitieron un pequeño descanso sobretodo por los niños que los apremiaban con sus preguntas y…lo inevitable paso, en un momento se vieron rodeados de Agentes, les leyeron su larga lista de crímenes contra el Estado y lo último que escucharon fue un trueno ensordecedor y los llantos de su pequeño Alois, silenciados poco después.

Alice, Clive y su hijo Lucas fueron ejecutados.

Jim, el único sobreviviente fue llevado a un Centro de Entrenamiento donde cambiaron su nombre por el de Alois Trancy, donde se convirtió en el ”Preferido” del Concejal Robert Trancy, cuya debilidad por los niños era más que conocida entre los miembros del Círculo.
Sucedieron años y años de abusos físico, emocional y sexual en contra del niño, quién quizás en un intento de proteger su mente, además de su cuerpo…se ocultó tras una máscara de alegría y entusiasmo, mientras el odio, resentimiento y venganza crecían dentro de si.

Esperó el momento adecuado y lo mató, a él y a sus asquerosos amigos, también Elegidos.
El duro entrenamiento que durante años soportó al fin servía de algo, un somnífero leve, una reunión secreta sugerida con sutileza en pleno acto carnal por él y…un par de instrumentos filosos.

Alice y Clive lucharon contra el destino para que él fuera feliz, él se rendía ante el suyo. La muerte sería bien recibida.

Y eso pensó hasta esa mañana…ahora no quería morir.


Claude tomó el rostro de Alois entre sus manos tras escuchar su historia, sin rastro de pena o lástima, se limitó a preguntar con una dulzura que constrataban con la dureza de su rostro.

—¿No es la cosa más triste del mundo el morir sin haber amado?

Alois le observó sorprendido primero, después rompió a reír…era cierto, y ambos serían los seres más patéticos del universo.

Él había decidido amar a Claude después de besarlo, pero nunca imaginó ser correspondido, incluso si se trataba de una farsa, bastaba con que él lo creyera.

“Cuando seas un chico grande, Jim tendrá muchas citas en la playa porque mi hermano es el chico más guapo del mundo”

Una cita en la playa, aquel había sido el deseo de Lucas, formulado por una mente que sólo conocía la pureza de amor de sus padres y hermano.

Él había deseado hacer realidad aquel último deseo, incluso la playa que había elegido quedaba cerca de aquel lugar, donde fueron asesinados.

Ruidos de pasos retumbaron en la distancia. Los habían encontrado.

Claude tomó de la mano al número 842684, a Alois Trancy y a Jim McCain le condujo al borde del barranco, no necesitaban palabras para comunicarse, la calidez del tacto era suficiente.

Ninguno había sido libre jamás de vivir, mucho menos de amar.

Pero elegían morir juntos, no como extraños, tampoco como Elegidos, sino como dos seres cuyo final no podía ser otro.

Claude pensó en lo mucho que le habría gustado ver a Alois convertido en un Agente, de esta manera, habría sido libre de amar aquella personalidad dulce y amarga, risueña y optimista, alegre o llorosa. Alois en cambio pensaba en lo feliz que habría sido de convertirse en un Agente y tener como mentor a Claude…con esa cara larga incapaz de sonreír, pero una mirada cuyo significado escondía tantas emociones.

Pero ambos sabían que incluso eso habría sido imposible.

Los Agentes no tenían amigos o parejas, sólo relaciones; por esa misma razón se les apartaba de sus familias, las emociones les estaban prohibidas, más no los placeres que dejaban sólo un profundo vació.

Tal vez, si había un lugar, si existía algo más que la muerte, si El Estado no les aprisionaba en el más allá…tal vez tendría una última oportunidad.

Y tomados de la mano se arrojaron al infinito, hacía la oscuridad…donde las filosas rocas destrozarían sus cuerpos.

Por un día habían elegido como amarse, por un segundo elegirían como vivir…poco importaba que el precio a pagar fuera la muerte…

FIN
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 Participante: aracelysnape
Categoría: Todo publico BL
Genero: Romántico/ suspenso / drama....
Protagonistas: Grell y William
Situación especial: La biblioteca....

La verdad voy a omitir un poco el suspenso y a enfocarme más en lo romántico y el drama y a meterle algo de comedia porque honestamente estoy que muero ahogada en trabajo y tención mas drama involucra demasiado tiempo invertido que discúlpenme pero no lo tengo, aun asi e querido participar espero disfruten este fic dedicado a Evangeline por darme tiempo extra , por cierto ya leí tu fic de reto es maravilloso te mandare mi opinión por correo en estos días es que o sorpresa no e tenido tiempo luego te cuento todo lo que ha pasado
Rumores
Grell entro sin anunciarse como siempre a la oficina de su supervisor. La puerta rechino como anuncio de lo que avecinaba. Cerró la puerta tras de si y se recargo contra la puerta, su largo cabello rojo enmarcaba su silueta espigada y estaba adornado por una rosa blanca robada al mismo Sebastián Micaelis , su abrigo provocativamente bajo sus hombros , su pierna flexionada y su pie apoyado contra la pared que recién pasara . Acomodo tras su espalda una mano y tras su cabeza la otra en una sexy pose de diva londinense de la opera y pregunto con tono seductor según le pareció.
-Will Daaarling… ¿para que soy bueno?- tras de eso hizo una mirada coqueta sabiéndose observado
William levanto la mirada y la fría luz blanquecina del foco de la oficina, hizo brillar sus espejuelos- esa es una pregunta que yo me echo muchas veces – dijo con malicia de forma estoica.
-Will cariño que malo eres con migo – Grell hizo un puchero y Will curvo levemente la comisura de sus labios en un imperceptible gesto triunfal, y es que este tipo de respuestas ocultaba sus sentimientos pero mejor eso que dar pie a posibles rumores de oficina porque aceptémoslo el pelirrojo no le era realmente indiferente.

-Lo cierto Grell es que debes trabajo comunitario y vas a pasarlo con migo ordenando libros en la biblioteca, hay mucho que hacer. – dijo complacido de saber que pasaría un tiempo a solas con su pelirrojo, si bien sabia que nada pasaría, si sabía que este lo abrazaría, se le restregaría , le coquetearía y aunque el terminara luego con una ducha fría y aparentando que todo eso se le resbalaba lo cierto es que lo iba a disfrutar y mucho.- vamos hay mucho que hacer debemos ordenar en los estantes vacios las ultimas muertes del mes que pasaron en el lado norte de Londres

Hoooooooooo yeeees mi amorcito y yo solitos en un cubículo de la biblioteca solo para nosotrooooooooooos. – dijo dando saltitos de gusto, un par de giros, una pirueta y después se lanzo al cuello del moreno abrazándole.

Justo en ese momento un sonrojadisimo Will vio horrorizado como la secretaria los miraba desde la silenciosa puerta que traicioneramente no había rechinado al abrirse esta vez. La rubia sonreía sonrojada mientras se disculpaba -ho, ho , mil perdones no quise interrumpir- dijo rápidamente y quizo cerrar la puerta.

Will empujo a Grell con actitud tajante y dijo- no interrumpes nada, señor Sutcliff sígame a la biblioteca por favor-

Hay pero que inoportuna.-Dijo el pelirrojo lo bastante audible para que la secretaria ahora roja hasta las orejas lo escuchara. Honestamente los había interrumpido muchas, muchas veces.

Tampoco a Will le parecía, últimamente sentía que hablaban a sus espaldas y cuchicheaban y si algo odiaba eran los rumores una razón por la que no hacía nada respecto a sus sentimientos por el pelirrojo era sin duda, evitar rumores y sospechas , que si no…

La secretaria entre tanto sonrio pensando que tenia algo nuevo que contarle a ronald hoy.

-Will cariño mira como me resbalo por el pasamanooooooooos voy a llegar antes a la biblioteca

-Grell no…

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En la biblioteca..

-Dios mío la biblioteca es un laberinto enorme- dijo el joven Alan Humphries quien recién llegaba acompañado de su sempai Eric quien se moría por tenerlo cerca y en privado aun que fuera solo un rato.

Por eso es bueno venir con quien conoce el lugar -afirmo Eric con aire de importancia
Eric llevo a Alan a un recoveco de la biblioteca muy apartado, los libreros formaban cubículos aislados y privados unos de otros y en las repisas se podía leer muertes del mes de mayo y el año , sección noreste de Londres obviamente entre las secciones norte y este, la repisa también tenía la letra A para poner todas las muertes de ese mes, año y que los apellidos empezarán con A había mucho espacio vacío, pero ahora al menos Eric pensaba que había llegado a su paraíso personal, eran más de las 8pm y todos se habían ido , si, solo estaban él y Alan … al menos eso pensaba .

Alan tomo algunos libros del carrito y subió a una escalerilla, Eric disfrutaba la vista de ese traje a la medida, las buenas proporciones y lo bien redondeado de aquel trasero que se remarcaba cuando de puntillas colocaba los libros en el estante más alto.

-Sabes Alan yo estaba pensando que tal vez pudiéramos salir- dijo sentándose sobre la mesa

-Eric salimos todos los días-dijo con inocencia pero internamente feliz

-Si bueno no en forma profesional yo, decía en forma maaaaaaas…. Amigable.-

-Amigable… pero tú y yo somos amigos- dijo con un rubor sobre las mejillas mientras bajaba la escalerilla, en el último peldaño casi cae y el rubio aprovechó para abrazarlo.

-Si creo que no me has entendido yo tengo un cierto interés por ti…..- dijo sujetándolo entre sus fuertes y largos brazos, aunque Alan lo miraba intensamente sonrojado hasta las orejas imaginando que la plática había llegado a un punto largamente esperado.

Pero el rubio no dijo más pues un portazo, y un gemido o quizás un alarido familiar taladro sus oídos y el de su joven y guapo Shinigami que lo veía con insistencia.

-Aaaaaaaaaa ….wiiiiiiiiiiilll ….por amor de dios se menos rudo- se escucho decir, en la clara voz de Grell

-A parece que alguien está en el cubículo del lado- dijo Alan de pronto sonrojado mucho más de lo normal- tal vez deberíamos irnos

-Quédate quieto y deja de moverte tanto- dijo en tono frio William – no vez que así no puedo sacarla

Esto dejo de piedra a Eric y a Alan que de momento sentían que no deberían estar escuchando eso. Alan que estaba en brazos de Eric se refugió en ellos y oculto su rostro, el mayor lo abrazo aun mas fuerte disfrutando el momento.

-Tal vez.. Debemos irnos Eric siento que no deberíamos estar aquí.-

-No deberiamos, pero si salimos nos verán, seria mas embarazoso encontrarnos con ellos- razono el rubio quien acaricio con sus largos dedos la mejilla de Alan

-Aaaaa …aaaaaaaa ….Will- gimió de nuevo Grell en tono sexy si lo mueves así me va a doler .

-Es porque eres muy terco, lo mejor es que te los saques del todo.

-Aaaaaaaaa- gimió el pelirrojo de nuevo- que rudo-

en el otro cubiculo....

-A esto…Eric sempai ahora que lo recuerdo Ronald me dijo que la secretaria de William sempai le dijo a su vez que aparentemente William sempai tenía algo con Grell sempai pero yo… esto no entendía bien…

-Bueno tu sabes ellos puede que sean amantes todos lo han rumoreado por años Will actúa como si no lo supiera y Grell siempre se a negado a escuchar rumores porque muchos en el pasado eran sobre el.- explico Eric sin dejar a abrazar a Alan

-Aaaaaa- se escucho de nuevo la voz de Grell gimiendo de fondo

Si yo también lo escuche pero no lo creía, pero ahora… creo que tienen razón.¿ se puede tener un amante del mismo sexo?

-Grell ya casi, ya casi solo estate quieto- se escucho decir al moreno y remato- ten sostén esto en la boca un segundo-

Mmmmfffmmfmfhhmm- fue todo lo que se escucho de Grell

¿Sempai puedo hacerte una pregunta personal?- murmuro muy bajito Alan

-Si claro-

-¿Qué crees que le allá puesto Will sempai en la boca? , ¿Y cómo es posible que dos hombres… lo hagan? digo yo no creí que se pudiera pero,… al parecer si… -pregunto avergonzado

-Aaaaaaaaaaa Will por dios, espera, espera creo que se atorooooooo.

-No está atorada solo muy apretada, es tu culpa así que aguántate un poco mas-

-Aaaaaaaa sádico-

Eric sintió un escalofrió en la espalda esto era algo que lo superaba en qué momento, su ideal en el paraíso se convirtió en una clase de educación sexual gay con Alan, con el sonido porno de Grell y William en el cubículo del al lado. ¿ cómo se atrevían?.

Era totalmente inapropiado jamás lo hubiese esperado de William aunque, bueno estando con Grell , de ese sí que se esperaba lo que fuera

-Aaaaaaaaaaa- grito sugestivamente de nuevo

-Eric sempai creo que me estoy traumando ¿crees que sería bueno hacer cita con el psicólogo?-

-No yo te explicó todo luego, para que no te traumes,¿ si? en mi casa, te invitare un café, no te preocupes no es tan malo-

-Aaaaaaaaaaa- grito de nuevo

-Ya casi…solo son un par de gotitas de sangre, no es para tanto- se escucho decir al moreno- tranquilo ponlo en tu boca un rato y lamelo un poco y pronto sentirás que mejora.

Esto hizo que Alan se abrazara atemorizado a Eric escondiendo la cabeza en su pecho y este sintió que imprudencia o no iba a interrumpir a ese par de pervertidos ahora mismo antes que asustaran a Alan lo suficiente como para que no quiera saber del tema

-Suficiente par de SUCIOS pervertidos sadomasoquistas ¿cómo se atreven a hacer ESO en la…?- Eric había salido airado a detener lo que al parecer era un encuentro sado mazo de carácter muy sexual de Grell y Will pero al entrar en el cubículo continuo, encontró que no había ropa tirada en el suelo, ni Grell estaba en una posición embarazosa, ni su supervisor con su pantalón abajo o siquiera desabrochado , lo que si encontró es que Will había puesto su arma con la filosa punta señalándole a la cara mientras grell lamia una herida en su mano

-¿Quien es un sucio pervertido sadomasoquistas señor Slingby?- dijo apuntándole, aunque Grell reía por detrás suyo mientras sujetaba su mando que empeso a vendar, uno de los guantes del pelirrojo estaba rasgado y literalmente cubierto de sangre.

¡William sempai!- exclamó Alan al entrar corriendo tras Eric preocupado de que pudiera pasar, al encontrar la escena, pronto empezó a atar cabos- por favor esto es un mal entendido.

-Entonces explicarse sería una buena opción – dijo el coqueto pelirrojo mientras sonreía el había entendido todo de golpe des de que Eric había dicho “sucio pervertido sadomasoquistas” supuso que se había imaginado una muy específica escena sexual. También sabia que Will con su poca y reprimida imaginación no lograba imaginar que pasaba en la cabeza de aquellos dos, pero ante todo , era fingir inocencia y divertirse en el proceso.

-William sempai nosotros oímos comentarios y gritos y pensamos que ustedes hacían algo indebido pero no es todo culpa de ustedes supongo que son por tantos rumores

-Cierto –dijo Eric-realmente es culpa de los rumores y bueno de lo que estaba gritando Grell ¿que demonios paso?

-Paso que el señor Sutcliff se encajo un enorme pedazo de astilla mientras tontamente se deslizaba en el pasamanos para llegar más pronto, solo estaba curándolo y sacándole la enorme astilla que le a herido la mano tuve incluso que sacarle los guantes y curarle la mano es solo que el llora como niña por todo.

- A ya… bueno nos vamos - dijo jalando a Eric- pero Will acerco aun más la punta afilada al rostro del rubio.

-No, primero me dirán que rumores oyeron – dijo el moreno, Grell ya no reía , el sabia... los rumores eran muy especificos pero el no tenia que ver con ellos siempre los ignoraba, siempre era duro escuchar sobre un supuesto romance que él no alcanzaba a realizar .

-¿No lo sabes? Se dice que tienes un romance con Grell y te avergüenza ,por eso lo ocultas – dijo en tono obvio como si todos lo supieran – además que se supone que debería pensar con Grell gritando y tu diciendo cosas como: -Grell ya casi, ya casi solo estate quieto- se escucho decir al rubio y remato- tranquilo ponlo en tu boca un rato y lamelo un poco y pronto sentirás que mejora.-

- Eso es porque él se retorcía cada que sacaba un pedazo de la astilla- dijo enfurecido esta vez pego tanto el filo al cuello de Eric que abrió una herida pequeña- ademas lo que le dije que sostubiera en su boca era los guantes para que los mordiera y posteriormente le sujerir lamer la herida, mientras buscaba una venda.

-Sempai William por favor perdonemos es una impertinencia y un mal entendido por favor acepte nuestras disculpas – dijo Alan muy angustiado y con voz nerviosa

Grell reconoció el sentimiento enseguida el joven Alan estaba notoriamente enamorado y sufriendo por lo que su moreno hacia a su rubio así que puso su mano sobre el hombro de Will y este de inmediato bajo el arma, Alan jalo a Eric fuera del lugar y lo saco tan rápido pudo dejando a Grell y Will solos.

El silencio reino por unos min Will estaba realmente furioso.

Mi vida lo siento yo…- Will se giro bruscamente y Grell instintivamente se cubrió el rostro con la mano herida- por favor no

Will se sorprendió- no voy a golpearte- dijo tomando la mano vendada en su mano con cuidado- perdóname, no quería angustiarte ¿porque pensaste que te golpearía?

-Siempre te desquitas con migo amor… a mi no me importa pero yo, quería decirte que no e inventado rumores, me gustas por eso te coqueteo y trata de hacer que me mires amor pero no e inventado mentiras te lo juro.- dijo con notoria angustia de que will tal vez no quisiera dirigirle de nuevo la palabra.

Grell sintió la mano de Will sobre la suya, la bajo con delicadeza y lo miro a los ojos.
-Yo sé que no has sido tú, pero estoy tan furioso-

-Lamento que la idea te parezca tan repulsiva amor- dijo comenzando a soltar una lagrima

-estoy furioso porque te hago sentir de esta manera y mi único consuelo es que no había habladurías y ahora que se que como quiera las hay – dijo acariciando la mejilla de Grell con su otra mano- pienso en que debí darles una razón para hablar ...al menos así me sentiría feliz

¿William?- pero Grell no alcanzo a decir nada más porque pronto sintió los labios del moreno sobre los suyos dos gruesas lagrimas esta vez de felicidad cayeron por sus mejilla, y se dejo llevar

Cuando el aire finalmente les falto se separaron—esto ¿significa que no te soy indiferente verdad?

Will sonrió y se acerco a su oído murmurando , significa que ahora haremos que sus rumores valgan la pena , y que tu y yo vamos a empezar a darnos la oportunidad que merecemos

Esta vez fue Grell quien se abalanzo sobre Will llorando y susurrando- gracia mi amor no te arrepentirás lo juro hare lo que quieras te lo juro William Darling.

-shhh te amo- susurro Will luego miro los libros y el trabajo pendiente no habian avanzado nada-Está bien, creo que podemos acabar con esto después que te parece si esta noche, hacemos planes para el futuro- dijo besándole el cuello mientras lo abrazaba-

-Si mi amor, lo que tu me mandes -

Fin 

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