La venganza de Ciel Phantomhive,
Autora: Ayal92
Kuroshitsuji.
No recomendado a menores de 18 años.
-¿Está seguro de esto, bocchan?- preguntó Sebastián mirando a su joven amo con extrañeza.
-Si.-
Respondió lacónicamente el muchacho mientras tomaba su té.-Maurice Cole
ya lo ha hecho una vez y puede repetirlo. No quiero que obstaculice
nuestra misión. Además,-añadió con una maliciosa sonrisa- tengo que
hacerle pagar por lo que me hizo la última vez.
Sebastián asintió,
recordando como aquel joven había conseguido dejar en ridículo a su amo.
Después de aquel incidente, Clayton no le dirigía la palabra a Ciel y
había perdido cualquier oportunidad de ganar el favor de los prefectos. Y
aunque a Sebastián le gustara ver a su amo molesto, reconocía lo
importante de la misión. Aún así…
-Si nos aseguramos de que no hable,
no habrá ningún problema.- prosiguió Ciel como si le leyera el
pensamiento- Está decidido: lo haremos mañana por la noche. Lo dejo en
tus manos.-añadió, disponiéndose a salir de la estancia.
-Yes, my Lord- dijo el mayordomo haciendo una reverencia y sonriendo. Iba a ser una noche muy divertida…
Esa
noche, Maurice Cole salió a hurtadillas de su dormitorio maldiciendo a
quien le hubiera escondido su libro de historia. Lo había buscado por
todas partes hasta el toque de queda y seguía sin aparecer. Necesitaba
encontrarlo sin falta y todavía le quedaba por mirar en la biblioteca.
Esperaba que nadie le encontrase saltándose las normas…
-¿Qué hace aquí a estas horas, joven Cole?-
Maurice
se dio la vuelta con el corazón latiéndole a mil por el susto. Detrás
suyo estaba Sebastián Michaelis, el nuevo profesor de latín y supervisor
de la Casa Azul .
-V-Verá, profesor- dijo mientras intentaba
serenarse y poner su sonrisa más dulce- es que he perdido mi libro de
historia y no puedo encontrarlo. Y no me dio tiempo a mirar en la
biblioteca, así que…
-¿Un libro de historia?- frunció el ceño el
maestro, como tratando de recordar- encontré uno esta tarde. ¿Quiere
comprobar si es el suyo? Está en mis aposentos.
-Muchas gracias- dijo Maurice aliviado, sin reparar en la extraña mirada del profesor.
-Muy
bien. Acompáñeme.- Dijo mientras caminaban por el oscuro pasillo- Pero
tendrá que copiar quinientas veces “no saldré de mi cuarto después del
toque de queda”. Ya llegamos- abrió la puerta y le invitó a pasar con un
gesto elegante.
-De acuerdo- la voz de Cole sonaba obediente a pesar
de lo mucho que le fastidiaba el castigo- ¿y donde dice que está el
li…- eso fue lo único que pudo decir antes de caer inconsciente.
-Muy bien.- dijo una voz desde dentro del dormitorio- Empecemos…
CONTINUARÁ
CAP 2
Maurice
despertó sintiéndose muy confuso. Recordaba haber seguido al profesor
Michaelis a buscar su libro y haberse desmayado al entrar. Ahora estaba
sentado contra la pared del cuarto y, como pudo notar, (para su horror)
tenía las manos atadas a la espalda.
-¿Qué…?-
-Veo que ya estas
despierto.-Maurice levantó la cabeza para ver quien hablaba y se
encontró con Ciel Phantomhive sentado en una enorme butaca y con una
expresión triunfal en su rostro.
-¿Qué haces aquí? ¿Me has atado tú?-
Su rostro pasó rápidamente de la sorpresa a la ira.- ¡Suéltame ahora
mismo!-gritó mientras forcejeaba con las cuerdas.
-Oh, lo haré. Pero
primero tenemos que resolver algunos asuntos. ¿Verdad Sebastián?-En ese
momento el profesor salió de un rincón oscuro. – Ciertamente,
bocchan-respondió.
-¿Q-Que está pasando?- Cole no entendía nada. De
repente Phantomhive lo tenía secuestrado y el profesor trataba al
muchacho como si fuese su amo. Ciel sonrió al ver su expresión
confundida. Si, esto iba a ser divertido.
-Bien, Cole, te hemos
traído aquí porque quiero que te disculpes por esa jugarreta de mal
gusto del otro día. Además, quiero que me jures que admitirás ante los
prefectos que fue todo culpa tuya-Ciel había decidido ir directo al
grano.
-¿¡Estás de broma!?- dijo Cole empezando a reírse-En primer
lugar, jamás me disculparía con un novato y, además, daré parte de esto a
Redmond, lo que te traerá bastantes problemas. Aunque… si me desatas y
pides perdón como es debido tal vez tu castigo no sea tan duro- concluyó
mirando a Ciel burlonamente.
-Me parece que no lo entiendes. -Ciel
lo miró de la misma manera, mientras se quitaba el parche de su ojo y
mostraba su contrato demoniaco.
Cole retrocedió al ver eso ¿aquel
niño tenía tratos con demonios? No, aquello no podía estar pasándole a
él. Era imposible.-Es tu última oportunidad ¿te disculparás?-preguntó
Ciel, aunque ya creía conocer la respuesta.
-N-No- a pesar del miedo el orgullo de Cole podía más.-Tu lo has querido- respondió Ciel- Sebastián…-
-Yes,
my lord.- Respondió el demonio mientras se transformaba. Cole lo miraba
muerto de miedo, incapaz de creerse que “aquello” fuera su profesor.
–Bien, joven Cole. Prepárese para su castigo.- dijo con una aterradora
voz de ultratumba.
El demonio agarró a Cole y lo tumbó violentamente
sobre el escritorio. Le arrancó sin ningún cuidado la ropa y comenzó a
morderle y arañarle todo el cuerpo que, en pocos instantes, estaba lleno
de marcas y heridas rojas y sangrantes. Cole solo podía llorar de
dolor, pidiendo a gritos que parase.
Ciel, mientras tanto, se había
acomodado mejor para ver el espectáculo. Su butaca quedaba justo
enfrente del escritorio, por lo que tenía una muy buena vista de lo que
allí pasaba. Le estaba gustando ver sufrir a Cole pero no le bastaba con
eso: tenía que humillarle, el dolor físico no era suficiente.
Cole
se sintió morir por el dolor cuando Sebastián le dio la vuelta y empezó a
darle fuertes azotes en la espalda, nalgas y muslos.- ¡Por favor,
basta!-gritó entre lagrimas- ¡Dile que pare!
-No, todavía no.-
respondió Ciel relamiéndose. Sebastián cogió el candelabro y comenzó a
derramar cera caliente sobre las heridas abiertas. Cole empezó a moverse
con más fuerza, tratando de escapar pero era imposible. El demonio se
hartó y le agarró de los cabellos golpeando fuertemente su cabeza contra
la mesa. Maurice no se atrevió a hacer un solo movimiento… hasta que
sintió el grueso miembro del demonio contra sus nalgas.
-¿¡Que vas a
hacer!? ¡No!- gritó al darse cuenta de que pensaba meterle aquella cosa
enorme sin lubricarle siquiera-¡Por favor, te lo suplico, para!- estaba
aterrado por la sola idea de que le hicieran eso.- ¡Haré todo lo que
quieras, pero ordénale que pare! ¡Por favor!- le rogó a Ciel.
-Sebastián,
déjalo y tráemelo aquí.-ordenó satisfecho el conde. El mayordomo
obedeció, agarrando a Cole y tirándolo a los pies de su amo.
-Y ahora, Cole, ¿Qué tienes que decir?- dijo Ciel con su sonrisa de triunfo aún más ancha
-P-Por
favor, perdóname p-por lo que hice.- entre lo humillante de la
situación y las lagrimas le estaba costando mucho hablar-Juro que no lo
volveré a hacer-concluyó.
-Bien, pero eso no es suficiente. Tendrás
que lamer mis zapatos si quieres que te deje salir de aquí.- dijo con
una sonrisa medio divertida, medio despectiva.
-¿¡Que!?- Cole no se lo podía creer.
-¿Vas
a hacerlo? ¿O prefieres que Sebastián se divierta un poco más contigo?-
señaló al demonio, que seguía allí, mirándole con ojos depredadores.
-¡No! ¡Lo haré, lo haré!- gritó Maurice aterrado. Cualquier cosa era preferible a ser violado por ese monstruo.
-Muy
bien- Ciel se sentó más cómodamente en la butaca. Cole empezó a lamer
sus zapatos de arriba abajo. Tenía las mejillas sonrojadas y una
expresión avergonzada, lo que junto con sus manos atadas era un regalo
para la vista.
Al cabo de un par de minutos el pequeño conde le dio
una patada en la cara tirándolo al suelo. Inmediatamente le puso un pie
en el rostro. –Mañana mismo le dirás a los prefectos lo que hiciste. Y,
si se te ocurra decir a alguien lo que ha pasado aquí dentro, la próxima
vez será peor.
-D-De acuerdo.-Dijo Maurice medio asustado, (no
quería pensar en lo que serian capaces de hacerle si hablaba) medio
aliviado (por fin acababa aquel tormento). Ciel le quitó el pie de
encima e inmediatamente Sebastián le dejó inconsciente otra vez.
-Lo has hecho muy bien.- dijo el conde-Ya no nos molestará más.
-Sí.- asintió el demonio volviendo a su forma humana- Pero me hubiera gustado hacerle mío-dijo sonriendo lascivamente.
-Eso puedo compensártelo.- dijo Ciel quitándose la corbata- Pero primero déjalo en su dormitorio.
-Yes, my lord.-Sebastián salió de la habitación con Cole disfrutando por anticipado de la velada con su bocchan.
Cuando
Cole despertó, lo primero que notó es que estaba en su cama y las
heridas habían desaparecido. Al principio pensó que lo de la noche
anterior había sido una pesadilla pero su libro de historia, junto con
una nota, le dijo que no, que aquello había ocurrido en verdad.
Suspirando,
se dirigió al estudio de Redmond para confesarle la verdad. Hubiera
preferido arrojarse a un foso de caimanes, pero sabía que si tardaba en
confesar, aquellos dos… no quería ni pensar en lo que le harían.
Llamó
a la puerta y entró. Redmond le estaba esperando para el tiempo del
sirviente y se sorprendió de la cara tan seria que traía.
-¿Estás bien, Maurice?- preguntó.
-Redmond… tengo algo que decirte.-
CAP 3 FINAL
Una
semana después, Ciel estaba contento, feliz y pletórico ya que Cole
había confesado (aunque Redmond le había permitido seguir siendo su
sirviente) y todo iba sobre ruedas. Clayton finalmente le había aceptado
como su sirviente y estaba encantado con sus servicios (o más bien con
los de Sebastián). Había tomado el té con los prefectos y, finalmente,
le habían invitado a la reunión de medianoche que se celebraría el
siguiente sábado.
-¿Qué tal ha ido?- le preguntó Sebastián cuando le vio entrar en su despacho esa noche.
-Perfectamente-respondió Ciel sentándose en la mesa-Me han invitado a la reunión del sábado que viene. Habrá que estar alerta.
-De acuerdo ¿quiere pastel de chocolate para celebrarlo?-
-En
realidad…-Ciel agarró a su mayordomo del cuello de la camisa y le dio
un beso ardiente-te prefiero a ti-susurró seductoramente.
-Yes, my
lord- Esta vez fue el demonio quien le robó un beso al conde, casi
robándole el aliento y con sus ojos rojos reluciendo con lujuria.
Sin
perder el tiempo, el mayordomo tumbó a Ciel en la mesa, le quitó la
chaqueta y la camisa y empezó a acariciar su pecho, todo ello sin dejar
de besarle.
-Ahh…e-espera, no tan rápido… -consiguió decir a duras penas el conde tratando de recuperar el aire.
-Disculpe
bocchan, no me pude resistir-Sebastián sonrió mientras se quitaba los
guantes y la sotana. Una vez hecho esto, empezó a lamer el cuello de
Ciel mientras este frotaba su erección contra la de su mayordomo.
En
esas estaban cuando alguien llamó repentinamente a la puerta.
-¡Maldición!- Eso es lo único que pudo pensar Ciel .Se escondió
rápidamente debajo del escritorio mientras maldecía a aquel imbécil
inoportuno y a todos sus ancestros.
-¿Quería algo?- preguntó
Sebastián, quien ya se había vuelto a vestir y trataba de actuar con
normalidad, a pesar de que sus instintos le gritaban matar a aquel
niñato.
-Sí, verá…-dijo el susodicho, sin imaginarse la escena que acababa de interrumpir- es que no sé como traducir esto…
Ciel
escuchaba la conversación desde debajo de la mesa y entonces se le
ocurrió algo. Se apoyó en las rodillas de Sebastián y le desabrochó el
pantalón. Entonces tomó la erección de su mayordomo y empezó a chuparla.
Sebastián
tuvo que contenerse para que no se notara lo que estaba pasando.
Aquella felación le resultó inesperada y sobre todo muy, muy placentera.
Realmente el conde había mejorado mucho en aquello. Su lengua la
recorría de arriba abajo y luego succionaba la punta.
Cuando aquel
cansino salió por fin de la habitación, Sebastián llevó una mano a la
cabeza de Ciel y empezó a marcarle el ritmo que quería. -¿Estás
disfrutando de este juego, eh?- dijo relamiéndose los labios de placer.
Hizo que Ciel saliera de debajo de la mesa y se sentase en su regazo.
Una vez así, empezó a acariciar sus pezones y masturbarle.
Ciel
frotaba su trasero contra el miembro de Sebastian sin poder parar de
gemir.-H-Hazlo…ah, ya, es una orden-. El demonio no se hizo de rogar. Le
dio la vuelta y le sacó los pantalones, introduciendo uno de sus dedos
cuidadosamente en la entrada de su amo.
-Date prisa, no aguanto más… -gimió el conde.
-Como
quiera, my lord- dijo Sebastián penetrándole con fuerza. A Ciel le
dolió al principio, pero se acostumbró enseguida y empezó a mover las
caderas con fuerza, gimiendo como loco.
Sebastián recostó otra vez a
su amo sobre el escritorio para penetrarle aun más fuerte, mientras Ciel
le rodeaba el cuello con los brazos y le daba un beso feroz. Se
corrieron los dos al mismo tiempo entre besos, caricias y gemidos.
-Deberíamos
hacerlo más seguido…-suspiró Ciel dejándose abrazar por su mayordomo.
Sebastián había vuelto a sentarse, con su joven amo acurrucado contra él
como uno de esos gatitos que tanto le gustaban.
-Sí, pero aquí tenemos a los alumnos entrando cada dos por tres a interrumpirnos- dijo Sebastián con una expresión de disgusto.
-Cierto,
será mejor que terminemos esta misión cuanto antes. Para tranquilizar a
la Reina y para tener sexo en paz- respondió el conde mientras se
bajaba perezosamente del regazo de su mayordomo y se dejaba vestir.
-Buenas noches, bocchan- dijo Sebastián dándole un beso en los labios.
-Buenas
noches, Sebastián-. El mayordomo suspiró. Aun quedaba un rato para el
toque de queda; lo que significaba que aun vendría algún que otro mocoso
a molestarle con preguntas de latín.
FIN
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